Apenas supe que Israel Galván iba a estar en Berlín hice lo posible para ir a ver su espectáculo, cualquiera que este fuera. Israel Galván ha estado en mi mente desde la lectura del libro de Didi-Huberman, Le Danseur des solitudes, un hermoso texto-homenaje que el investigador de arte escribió después de presenciar y seguir a Galván por varias partes de Europa. En la poesía del texto encontré momentos de verdadera calidad de una descripción técnica en sentido práctico y filosófico.
El flamenco se ha cruzado no pocas veces con mi vida profesional pero en tres ocasiones ha sido de una manera muy poderosa.
En 1993, durante un festival de teatro iberoamericano en Cádiz, en el teatro de La Zaranda en Jeréz de la Frontera, presencié por primera vez en vivo un performance de Cante Hondo y Flamenco. Ahí habíamos sido invitados a una fiesta todos los participantes del festival; unos de los amigos de la compañía eran dos hombres de la región, gitanos (como les siguen llamando en España al pueblo roma) que comenzaron a cantar y hacer percusiones con un cajón de madera y con el desarrollo del ritmo y el canto uno de ellos se puso a bailar. Estaban borrachos, y eso los llevó, a mi parecer, a una mayor profundidad en su canto, música y baile. Fue como si yo hubiera presenciado (y tocado) un momento “fuente” de creación en tiempo real. Fui testigo de un momento único. La imagen quedó grabada en mi memoria y sigue ahí.
Durante toda mi época de introducción al Butoh nunca me enteré de la famosa pieza que llevó a Kazuo Ohno a la fama mundial, Admirando La Argentina, y fue hasta el día que entré al estudio del maestro que descubrí la foto de La Argentina y que todos hablaban de ese montaje como clave en la carrera del maestro. Me puse al corriente sobre el asunto y desde entonces he disfrutado el trabajo de Kazuo Ohno bailando su memoria de Antonia Mercé, he sido maravillado por los documentos y la importancia de esta bailarina y he ido descubriendo personalmente la fuerza que esta revolucionaria de la danza ha tenido en las mismas fuentes del trabajo de Kazuo Ohno y su indiscutible línea dentro del Butoh.
Por supuesto la otra ahora es Israel Galván. Después de leer el libro de Didi-Huberman busqué el trabajo de Galván, miré videos de él y su desarrollo como explorador abierto del flamenco, y trabajé con ciertos puntos de las fuentes de este baile en relación con el Butoh. Pero no fue hasta ayer que pude ver a Israel Galván en vivo, y no me decepcionó en absoluto. Galván es una estrella, una diva en el mejor sentido del término, pero en escena también es un creador impresionante, ligado a las fuentes del impulso creativo, a la naturaleza del cuerpo en contacto y al ritmo universal. Técnicamente es maravilloso pero sus proezas van más allá de la habilidad técnica; como dice Didi-Huberman en alguna parte de su texto, es un creador que transforma la percusión del cuerpo en metafísica del baile.
Su compañero de escena fue un cantante tan genial como él, Niño de Elche. Los dos llenaron la escena, jugaron con nosotros y nos elevaron con su trabajo. Como me sucedió al ver por primera vez a Kazuo Ohno bailando, no importó ya el flamenco, estaba ahí, era su esencia, la forma del baile desapareció y quedó el acto performativo. El movimiento del bailarín lo fue todo.
Me quedo con una frase cantada por el Niño de Elche y bailada con tremenda fuerza por Galván al principio del espectáculo que me hizo vibrar en mi asiento y que me ligó completamente al Butoh qure bailo y creo, ahí fue cuando percibí que este era también un momento “fuente” de la creación viva sobre la escena:
“¡…y los flamencos seguían ahí pisando a los muertos!”
Gustavo Thomas (Agosto 23, 2022)
